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Aunque el tiempo ha dibujado surcos profundos en la piel, ojos y manos en los abuelos del barrio los Colorados- en la comuna 1 de Bucaramanga- aún en ellos brilla el deseo de seguir siendo útiles, escuchados y dejando huella. Este es el caso de Telavives, un grupo de adultos mayores que comenzó a tejer esperanza.
El proyecto Telavives, entre el juego de palabras “tela” y “vivir”, es sin duda, un grito de vida en medio de una realidad que muchas veces margina, silencia a los abuelos aún estando al lado de la vida.
Este es el rostro humano del proyecto MIUDES (Modelo Interprofesional de la Universidad de Santander),que, lejos de quedarse en teorías académicas, decidió salir y encontrar la riqueza en los rostros de los adultos mayores al norte de Bucaramanga. Gracias al diagnóstico comunitario interprofesional y la estrategia de las visitas casa a casa, se identificaron crudas realidades que rodean la vida adulta mayor, como el abandono, la soledad, enfermedades y discapacidades no atendidas, dificultades en el acceso a servicios de salud y debilidad en las redes de apoyo.
“Nos dimos cuenta que muchas personas mayores no solo tenían problemas de movilidad o salud, sino que cargaban con un sentimiento profundo de minusvalía. Sentían que ya no servían, que su tiempo había pasado”, recuerda Sandra Patricia Ortiz , coordinadora del Programa MIUDES.
“Y eso, sumado a la pobreza, las viviendas inadecuadas y el difícil acceso,asi como la falta de apoyo familiar, los convertía en uno de los grupos más vulnerables del territorio”. Esto hizo focalizar inmediatamente la atención en esta población.
Hoy los Telavives —como cariñosamente se autodenominan— son 25 adultos entre los 57 y 90 años, en su mayoría con educación básica incompleta, afiliados medianamente al sistema de salud y que sobreviven con ayudas estatales mínimas.
Pero el programa MIUDES de la UDES logró desarrollar esta iniciativa para aportar a transformar su situación.Desde el enfoque interprofesional los programas de —Terapia Ocupacional, Administración de Negocios internacionales, Contaduría Pública, Mercadeo y Publicidad, Fisioterapia y Departamento de Salud Pública—,diseñaron un acompañamiento integral, que atiende la estimulación cognitiva, el fortalecimiento del autocuidado, rutinas saludables y, sobre todo, la resignificación de sus vidas.
“Trabajamos en la plasticidad cerebral,fortalecimiento de rutinas,roles que permita el envejecimiento activo y el reconocimiento de su valor en la sociedad actual”, explica Andrea Hernandez, profesora del programa de Terapia Ocupacional.
Gracias a la respuesta de los adultos mayores y su ímpetu se logró establecer mecanismos que le permitiera a los adultos mayores sentirse útiles y emprender mediante la elaboración de bisutería, bolsos y accesorios personalizados y tambien, la producción y venta de alimentos. Con estos emprendimientos se ha estimulado habilidades y destrezas requeridas para el desempeño en actividades productivas, además de la adquisición de conocimientos en diferentes emprendimientos.
Gracias a una alianza estratégica con el SENA, los adultos recibieron formación certificada en cocina y manipulación de alimentos. La Universidad de Santander aportó logística, espacios y apoyo en el costeo inicial; el SENA, por su parte ofreció el conocimiento técnico; y los adultos, la materia prima, pero lo mas valioso: el corazón.
El impacto ha sido tangible y eso ha dibujado sonrisas en los rostros de los emprendedores, pues han participado en eventos y Ferias como Yo Emprendo de la Universidad de Santander, donde sus productos tuvieron una acogida inesperada. Pero el verdadero triunfo está en lo cotidiano, ya que muchos ahora venden en sus barrios, generando ingresos propios y ayudan a cubrir gastos básicos.
“Antes me sentía como un mueble viejo, algo que se guarda y no se usa”, confiesa Victoria Salamanca, una de las líderes del grupo. “Hoy le doy gracias a MIUDES porque antes el adulto mayor lo tenían allá en el rincón de la cocina, y ahora hay un grupo de abuelos. Fue algo que nunca pensé, que unos jóvenes de la universidad vinieran, me tomaran de la mano y me rescataran como persona”.
El proyecto no es caridad. Es un ecosistema de cuidado, aprendizaje y economía solidaria. Aunque el emprendimiento es colectivo, cerca del 20% ya lo ha llevado a nivel individual. Y, aunque no se espera que se convierta en empleo formal por la edad de los participantes, sí está inspirando a los jóvenes del barrio.
“Muchos muchachos han empezado a acercarse a aprender. Ven que, si los abuelos pueden, ellos también”, dice un estudiante de Negocios Internacionales que acompaña el proyecto. “Es un círculo virtuoso: dignidad, oficio, comunidad”.
El impacto social visible: se consolidó un grupo sostenible, con reuniones semanales, lazos afectivos fortalecidos y una identidad colectiva. Telavives ya es una marca comunitaria, reconocida incluso por instituciones locales.
Pero no ha sido fácil. Los desafíos han sido grandes, la limitaciones en el presupuesto, ausencia de un espacio físico adecuado, y diferencias en capacidades cognitivas y motoras que dificultan un ritmo uniforme “todo el avance ha sido con paciencia, visitas domiciliarias, conversasiones, difusion por grupos de whatsApp, referidos… poco a poco se ha mostrado el valor de los abuelos emprendedores del barrio los colados”, refiere Oscar Ricardo Picón, profesor del programa de Administración de Negocios Internacionales.
Para la Universidad de Santander, Telavives no es un caso aislado. Es una experiencia piloto con vocación de expansión. Se proyecta replicar este modelo en otros campus,mediante la expansión de MIUDES donde se integre academia, comunidad y transformación humana.
“Telavives representa una apuesta real construida desde una necesidad sentida”, dice uno de los gestores del proyecto. “Compartir con ellos ha sido una experiencia profunda. Me ha enseñado que sí es posible mejorar vidas, que hay esperanza sin importar la edad”.
En un país donde el envejecimiento a menudo se vive como una sentencia, Telavives grita lo contrario: aunque el cuerpo envejezca, el espíritu puede renacer, pues la vejez es una etapa rica en sabiduría acumulada, en resistencia forjada en la adversidad y en anhelos que, aunque callados, nunca se apagan.
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