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La directora de la maestría en Primera Infancia: Educación y Desarrollo de la UDES y CINDE analizó los efectos que ha traído la pandemia en el aprendizaje de los niños y niñas en Colombia y sugiere posibles abordajes por parte de las instituciones educativas.
En la medida en que el Gobierno Nacional ha ido flexibilizando las medidas de “aislamiento preventivo obligatorio” y se ha avanzado en torno a los procesos de vacunación, los establecimientos educativos han podido iniciar de forma gradual y segura la implementación del retorno a clases presenciales bajo el esquema de alternancia, sujeto a lo establecido por el Ministerio de Salud y de los organismos competentes.
“Si bien a lo largo de la pandemia por la Covid-19 se han presentado diversos impactos frente a los procesos educativos en la primera infancia por el confinamiento y todas las medidas derivadas, se han realizado aportes significativos desde las instituciones, entre estos, el trabajo coordinado con las familias de los niños y niñas. Pero es claro que los estudiantes en los hogares más vulnerables han sufrido mayor dificultad, especialmente las familias que tienen menos recursos o accesos a dispositivos electrónicos o de conectividad, por lo que las desigualdades en el aprendizaje se profundizan”, manifestó Adriana Arroyo Ortega, investigadora y directora de la maestría en Primera Infancia: Educación y Desarrollo de la UDES y la Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (CINDE).
Así mismo, Arroyo Ortega destacó que entre los efectos directos que sufren las familias en medio de la pandemia y que alteran de manera significativa el normal desarrollo de la vida de los niños y niñas, están relacionados con los lugares de vivienda, pues en muchos casos no son los adecuados para procesos como el confinamiento vivido, así como el deterioro en la salud mental, el aumento de la deserción escolar, la caída en la inversión educativa por parte de las familias y del mismo Estado en la calidad de la educación, la alimentación y nutrición de las familias, dada la recesión económica; además del aumento de los riesgos de abusos, explotación, reclutamiento y violencia.
En ese sentido es importante no sólo generar espacios de cuidado en términos de la bioseguridad de quienes están en estos espacios, sino también de cuidado y acompañamiento emocional por parte de las instituciones educativas. Pues hay sentimientos encontrados en las familias, algunas con esperanza por la reapertura y otras con temor. De ahí, la importancia de brindar acompañamiento para que las familias puedan entender lo que está pasando, asumir las pérdidas, las situaciones propias del encierro, así como el retorno a los procesos presenciales.
“En esto falta aún mucho por hacer en todos los órdenes, incluso el simbólico, de un país que ha tenido tantas muertes por la pandemia del Covid-19 pero que no parece tener el tiempo y el espacio para rendirles el homenaje colectivo. Pensar en el duelo más allá de los asuntos concretos de las familias afectadas, sino como un espacio para analizar la importancia de estas vidas y de lo que esto implica para sus familias. Esto es fundamental en términos de la reparación y acompañamiento emocional, así como una forma de tramitar o poner en un lugar visible los miedos, que forman parte de la vida de cualquier ser humano, incluyendo a los niños y niñas pequeños”, manifestó Arroyo Ortega.
Por lo tanto, son múltiples los procesos que desde las instituciones se pueden llevar a cabo para apoyar el desarrollo integral de los infantes, entre estos la participación infantil, el apoyo nutricional y garantía de derechos, especialmente una vida sin violencia.
También es preciso mencionar que durante el aislamiento preventivo obligatorio, las instituciones se apoyaron en las tecnologías para desarrollar sus planes de estudio. Al respecto Arroyo Ortega, manifestó que “hay algunas reticencias fundamentadas en investigaciones realizadas en otros países, sobre los usos de las plataformas digitales y TICs en los primeros años de vida, por los impactos en las redes neuronales. De manera que, durante la alternancia recomendaría a los maestros que utilicen materiales educativos que privilegien procesos de equidad de género, de inclusión y respeto a la pluralidad humana, encuentros libres de violencia, en los que niños y adultos dialoguen intergeneracionalmente y sean respetados y valorados por lo que son como seres humanos” .
Sin duda, la crianza es un escenario sumamente desafiante y de grandes aprendizajes para quienes son parte del mismo, tanto niños como adultos. Desde la maestría en Primera Infancia, Educación y Desarrollo que oferta la UDES y CINDE, se concibe que este es un proceso dinámico y situado, en el que cada familia de acuerdo a sus especificidades responde de manera distinta. Sin embargo, es fundamental que las prácticas de crianza tengan como elementos claves la equidad desde la primera infancia, la construcción de paz y el respeto al cuerpo de los niños.
De esta manera, los aspirantes a la maestría en Primera Infancia: Educación y Desarrollo, tienen el compromiso de promover el desarrollo humano integral de los niños, niñas y jóvenes en Colombia y otros países, a través de la investigación y desarrollo de soluciones innovadoras acordes a los desafíos más relevantes del contexto.
Por tanto, es preciso comprender el panorama que nos presenta la ‘nueva normalidad’, tal como lo destaca Arroyo Ortega: “lo más importante será que las instituciones y personas puedan entender las lecciones aprendidas que nos deja la pandemia. Pensar que se retorna a la normalidad anterior, sin reflexionar sobre lo vivido y lo aprendido creo que sería desperdiciar las experiencias generadas. Reconocer también los miedos que este nuevo escenario pueda generar y construir modos de encuentro mixtos que, sin desconocer las bondades de la presencialidad, también puedan seguir utilizando las TICs para la comunicación y el encuentro, por lo menos entre los adultos, sería parte de los desafíos más inmediatos, así como la recuperación de procesos económicos desde escenarios de mayor equidad”.
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