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En el corazón de Bucaramanga y sus alrededores, un árbol milenario se alza como testigo silencioso de la historia, la ecología y la identidad cultural de la región. El caracolí, con sus raíces profundas y su imponente presencia, es mucho más que un elemento natural; es un puente entre la tradición y la modernidad.
El caracolí, cuyo nombre científico es ‘Anacardium excelsum’, es un árbol intertropical que pertenece a la misma familia que el marañón. Este pariente cercano no solo comparte características botánicas, sino que también comparte una historia de usos y simbolismos ancestrales. Con una altura promedio de 30 a 40 metros, con un tronco recto y de color claro, a veces rosado de hasta 3 metros de diámetro, hojas simples, coriáceas, alternas y obovadas de 14 a 30 centímetros de largo y de 5 a 12 centímetros de ancho; el Caracolí se destaca como uno de los árboles más grandes del bosque subandino y tropical.
Este imponente árbol se distribuye desde Honduras hasta Venezuela, llegando incluso al norte de Ecuador. En Bucaramanga, el caracolí es un elemento dominante en el paisaje. Emerson Buitrago, director del programa de Antropología de la Universidad de Santander (UDES), explica que, al recorrer las entradas a la ciudad como la zona de Pescadero tras cruzar el cañón del río Manco o en áreas cercanas a Cúcuta y a Girón, es fácil reconocer el territorio por la presencia sorprendente de estos árboles.
En la periferia metropolitana, abundan bosques donde el caracolí es el protagonista. Y aunque en las áreas urbanas su número ha disminuido debido a la tala de árboles, el caracolí sigue vivo en nombres de barrios y hasta en un centro comercial. Incluso, en una de las plazoletas principales de la UDES se levanta uno de estos ‘gigantes’.
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Plaza del Caracolí, campus Lagos del Cacique
Simbología detrás del caracolí
Según el antropólogo francés Paul Rivette, radicado en Colombia, la palabra “caracolí” durante la época de la conquista se utilizaba para referirse a la aleación entre cobre y oro, conocida en Colombia como tumbaga.
Esta mezcla, apreciada por sus propiedades y su tonalidad dorada rosada, fue empleada para fabricar objetos ceremoniales y adornos. Simbolizaba la unión de dos fuerzas opuestas: el oro, asociado al sol y a lo masculino; y el cobre, vinculado a la tierra, lo femenino y a la sangre.
Además, la forma del fruto del caracolí, que se asemejaba a la “nariguera”, influyó en la evolución del significado de este término. De ser un referente para una aleación sagrada, el término caracolí pasó a ser sinónimo de nariguera en los testimonios coloniales.
Puente entre culturas y épocas
La relevancia del caracolí se extiende también al ámbito lingüístico y cultural de los pueblos indígenas del Caribe. En Santander, se ha señalado la influencia de los pueblos de lengua Caribe, como los Yariguíes y los Yukpa, en la transmisión de conocimientos y tecnologías, entre ellos la elaboración de la tumbaga. Estos pueblos, que se desplazaron desde el Amazonas y el Caribe hacia los Andes, habrían sido los portadores de saberes que rompieron con el dominio de otros grupos, dejando una huella imborrable en la región. Así, el caracolí se erige no sólo como un árbol sagrado, sino como un puente viviente entre distintas culturas y épocas.
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Usos
Más allá de su significado cultural y simbólico, el caracolí ha tenido también aplicaciones prácticas para la vida cotidiana. Su fruto, genera una almendra similar a la del marañón y en algún tiempo en lugares como Valledupar se trituraba y se utilizaba para hacer una especie de masa comestible, así mismo ha sido empleado como medicina para la tos, también su madera era aprovechada para hacer cajonería y construcción de canoas.
El antropólogo Emerson Buitrago, destaca la importancia de profundizar en el estudio de este árbol, pues su complejidad y sus múltiples usos, tanto en el ámbito ecológico como cultural, ofrecen una ventana privilegiada para comprender la interrelación entre los seres humanos y su entorno.
No obstante, Buitrago considera que se requieren más investigaciones que destaquen la magnificencia del ecosistema que nos rodea, pues especies como el caracolí hacen parte de la tradición, cultura, historia de la región. Este árbol desde siempre ha sido y será un símbolo de Bucaramanga y toda el área metropolitana.
Datos curiosos
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Por: María Camila Coronel
Universidad de Santander UDES. Vigilada Mineducación.
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